MI INSTITUTO

¡Buenas! Hoy voy a hablaros un poco sobre algo que forma parte de mi vida y sobre todo algo que forma parte de mi y que repercutirá en mi futuro. Ese lugar al que acudimos  todos los adolescentes con la idea de enfrentarnos a  un infierno del que nos permiten  escapar a las 14:25, solo hasta dentro de 18 horas. En verdad creo que en  nuestras mentes este sitio es peor de  lo que luego resulta, vamos con la mentalidad de pasarlo mal, de aguantar todas las clases... como si fuera lo peor que nos pudiese pasar  y en realidad  es un sitio donde estamos con los amigos, nos reímos, y aunque nosotros no lo sepamos apreciar y lo odiemos, también es el sitio que nos va a formar y del que vamos a aprender. Yo estoy en el bachillerato de artes, en  el primer año. Me metí aquí porque dentro de los que hay es el que más me  llamaba la atención y me servía para lo que quiero estudiar posteriormente. Cuando  me levanto por  la mañana voy a clase seis horas, de las que tenemos cinco minutos de respiro entre la una y la otra. Tenemos un huequecito de libertad al acabar las tres primeras clases, en el que nos permiten alejarnos del lugar del cual nos cuesta un mundo volver a entrar  a los veinticinco minutos. Cuando  suena la campana de la salvación recogemos nuestras  cosas como si de una emergencia  se tratase, y esperamos ansiosos a que abran la  verja en la que nos tienen encerrados formando un bullicio y un ambiente de impaciencia elevado. Disfrutamos de la libertad  condicional, hasta volver a la rutina de nuevo.


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